PUNTO IV

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4.-¿Cómo desarrollar en este ciclo político las confluencias?

 

El debate no es convergencia sí o no, sino cómo la hacemos, con qué programa, con quién, cuándo y para qué.

La política de unidad constituye el ADN de nuestra cultura. Esa ha sido una constante que identificó nuestro proyecto desde su fundación y que recogió la tradición histórica que tuvo su primer referente significativo en el programa y las candidaturas del Frente Popular, de cuya victoria en las urnas nosotros conmemoramos ahora el 80 aniversario.

Esa política de unidad ha sido una seña de identidad de IU durante toda su historia y lo sigue siendo hoy. Siguen incorporándose fuerzas políticas como el Partido Feminista. La presencia de movimientos sociales, especialmente ecologistas es significativa. Un número importantes de activistas sindicales y sociales forman parte de nuestra afiliación. La cantidad de personas comprometidas con IU que no están afiliadas a otra fuerza política es hoy claramente mayoritaria en la organización. Son hechos respaldados por los datos.

En la elaboración de nuestras alternativas y en la construcción de nuestros programas han participado activamente, con su voz y su opinión, sindicatos como CC.OO., UGT, USO, CGT, Intersindical, GESTHA, COAG, COPYME, Asamblea de Parados, organizaciones feministas, PAH, grupos ecologistas, etc, sin contar con el trabajo propio de cada Federación. Como ejemplo, en las tres convocatorias habidas de Jornadas para un Nuevo Modelo Productivo han participado más de 30 organizaciones, algunas de ellas con aportaciones y ponencias. El balance es equivalente en los demás ámbitos de nuestro trabajo. La agenda de reuniones con todas estas fuerzas es clara al respecto.

En cuanto a la convergencia electoral, la actividad del Grupo Parlamentario de la Izquierda Plural, la candidatura de las elecciones europeas en la que participaban una docena de organizaciones y, sobre todo, las experiencias de confluencia local son un buen ejemplo del enfoque unitario de nuestro trabajo.

Sin embargo, aún queda mucho por hacer. El 15M significó, entre sus aspectos positivos, un despertar de miles de personas para el compromiso político.

Simultáneamente, sectores de origen pequeño burgués vinculados a la actividad profesional y universitaria, golpeados por la crisis con relación a sus expectativas profesionales y sociales, tomaron la iniciativa de constituir fuerzas políticas, auto definidas como de nuevo tipo (en la medida que les era conveniente recoger el espontaneismo del 15M), aunque esas características estén siendo rápidamente abandonadas en la práctica.

El encuentro entre esas demanda y oferta políticas era inevitable en un doble contexto. Por un lado, las graves consecuencias de la crisis y, por otro, una extendida actitud anti política, resto del franquismo sociológico que afectaba a los partidos “tradicionales”. Por injusto que esto sea con relación a IU.

Todo ello dio lugar a diferentes experiencias políticas. La más significativa e importante es la de Podemos, pero no es la única. Están también las iniciativas municipales en las grandes ciudades o las vinculadas a Ada Colau.

En IU no supimos analizar el 15M con sus luces ni sus sombras. Tampoco las consecuencias de la nueva situación entre algunas personas afiliadas y dirigentes significativos, que se marcharon a Podemos.

El ascenso de Podemos, recibió una gran ayuda del sistema, pero también obnubiló a parte de la dirección de IU, que ha tratado con guante de seda a la formación y que no ha emitido la menor crítica política a quienes procedentes de Izquierda Unida, y algunos con importantes responsabilidades, han engrosado sus filas. Tal vez el debate generado por esa crítica hubiera permitido una valoración más clara de su programa, práctica política y papel de clase. Pero no hemos sido capaces de marcar diferencias claras, frente a su ambigüedad y cambios de criterio ante temas fundamentales para la izquierda.

Desgraciadamente hemos asimilado hasta cierto lenguaje o utilización de términos políticos, provenientes de Podemos, que han confundido a la militancia: la vieja y la nueva política, arriba y abajo o, incluso, la nueva y vieja Izquierda Unida. Utilizando el neo lenguaje del relato post marxista, donde los conceptos difieren de la realidad, obviando claves, conceptos ontológicos para la izquierda como las clases sociales y su lucha. A veces, renunciando a la dialéctica para volver a la escolástica o a la sociología funcionalista estadounidense.

¿Cómo continuar de forma consecuente nuestra política de unidad y confluencia en las actuales circunstancias políticas?

El primer paso para cualquier proceso de convergencia es el mantenimiento de la pluralidad y la unidad de los que ya estamos en IU. Además, IU debe crecer en sí misma resultando atractiva para la incorporación de pleno derecho (también para decidir) de mucha más gente, entre la cual habrá bastante que prefiera afiliarse a IU sin hacerlo a las organizaciones que la componen y que, en general, no aceptaría una IU sin estructura, ni cuotas, es decir, sin organización propia. Eso es perfectamente compatible con la desburocratización de nuestro trabajo, que tiene otras causas.

IU debe seguir apostando por la convergencia social con los sectores populares y de izquierda, pero será imposible realizarla si con algunos con quien queremos hacerla no proyectan hacerla con nosotros, sino que pretenden nuestra desaparición como fuerza política.

Queremos avanzar en el acuerdo con otros, desde la identidad de cada uno, con el objetivo de lograr la más amplia expresión programática del Bloque Político y Social que defendemos. Esa idea, que puede sustentar programas de gobierno que podrían recibir el apoyo de sindicatos y organizaciones sociales y profesionales representa una alternativa tremendamente potente.

El debate en IU no debe ser convergencia sí o no, sino cómo la hacemos, con qué programa, con quién, cuándo y para qué. De igual manera, nadie debe entrar en ningún falso debate, ni de siglas ni de mochilas.

El concepto de “superar IU” es uno de los ejemplos de neo lengua a los que nos estamos refiriendo. Si se trata de mejorar, rebasar sus actuales límites, superarse, etc. estaríamos de acuerdo. Pero no se puede encontrar otra fuerza política o movimiento que supere a Izquierda Unida.

El proyecto político que hoy representa Izquierda Unida y por el que es conocida y reconocida se define por su carácter de clase, el criterio de primacía de la movilización, a la que acompaña y arropa el trabajo institucional, su posicionamiento contra el imperialismo, el funcionamiento federal y su carácter plural, profundamente democrático y participativo. Esto dibuja unas características políticas únicas e insustituibles, propias de IU.

Es evidente que esas características políticas no son compartidas por ninguna otra fuerza política o social con entidad. No hay ninguna que se exprese en esos términos y cuya práctica política se corresponda con ellos. Eso configura un amplio espacio propio de Izquierda Unida, que debemos ocupar con confianza en nuestras propias posiciones y sin derivas estratégicas.

Dicho eso, se intenta establecer una contradicción entre IU y no se sabe qué (tal vez también una imagen intencionadamente deformada de IU) para alcanzar una superación cuyo contenido no se define.

Volvamos al análisis concreto de la realidad concreta. Primero sobre la unidad de acción. En eso nunca ha habido problemas en España, ni los hay; si acaso algunas ausencias en ciertas movilizaciones. Pero para la izquierda social y política más amplia no hay dificultades para la coincidencia y acuerdos en la movilización.

En cuanto a las confluencias políticas, resulta curioso que el debate se vuelva agudo cuando se trata de convocatorias electorales.

Situamos la cuestión en dos niveles:

  1. a) El de la confluencia política electoral, cuyo objetivo sea desarrollar un programa de gobierno o una acción de oposición.

En este sentido somos partidarios de la mayor confluencia posible, entre quienes así lo deseen, sobre la base de:

  1. Acuerdo de programa.
  2. Reconocimiento mutuo de la identidad política y organizativa de cada parte
  3. Acuerdos políticos y organizativos para el cumplimiento de ese programa 4.-Lealtad en la aplicación del programa y autonomía en lo que no se haya acordado de forma común.

Defendemos que, en nuestra legítima y democrática aspiración de avanzar en la hegemonía por la transformación de la sociedad española, es indispensable la visibilidad política y la identidad que permite una referencia organizativa.

  1. b) La confluencia en un espacio organizativo común. Consideramos que eso es posible y deseable desde el proyecto político que hoy representa Izquierda Unida y requiere el compromiso de una práctica política común, colectiva y democráticamente acordada.

Existen experiencias positivas en este aspecto, como la incorporación de diversas fuerzas políticas, la última con carácter estatal: el Partido Feminista. Es indiscutible que sólo el fortalecimiento de IU aporta el atractivo e interés suficiente para que ese proceso de confluencia sea posible.

Pero no es menos cierto que no existe otra fuerza que sustente su estrategia en la construcción de un Bloque Político y Social.

Renunciar a esto es renunciar a nuestro planteamiento estratégico, pero eso no quiere decir que no haya que trabajar de forma seria por incorporar personas y fuerzas a ese espacio organizativo común. Vuelve a plantearse el problema de cómo lo hacemos, con qué programa, con quién, cuándo y para qué. Y vuelve a aparecer la condición necesaria (aunque no sea suficiente) de que sólo puede hacerse desde el fortalecimiento y la adecuación de IU. Sólo hay confluencia fuerte desde el caudal y el vigor de quienes afluyen. Eso aconseja el sentido común y cualquier lógica política.

El concepto de Unidad Popular es demasiado importante y trascendente para agostarlo en iniciativas mínimas y endebles, más dirigidas a la batalla interna que a construir una herramienta a la altura de los objetivos que nos proponemos.

No puede ser una operación de salón que junta a IU y unos centenares de personas (cuyo esfuerzo y participación activa es perfectamente respetable y debe reconocerse) para configurar un ámbito organizado que unas veces es diferenciado y confrontado internamente con el de IU y otras un espacio paraguas.

El avance hacia la Unidad Popular tiene en España y fuera de aquí referentes que pueden ser útiles. En España nos hemos referido ya a la experiencia del Frente Popular, naturalmente salvando todas las distancias de tiempo y realidad social. Las fuerzas políticas participantes conservaron su identidad política y organizativa, incluso manteniendo grupo parlamentario propio, y en la constitución del mismo participó una de las dos fuerzas sindicales más importantes del momento, la UGT; en cierto modo un precedente de la configuración político-social.

Una Unidad Popular que reúna millones de votos y movilice millones de personas debe reunir cuatro condiciones esenciales:

  1. Un programa de transformación cualitativa del modelo económico y social, porque si no es así no será expresión de ningún Bloque Alternativo.
  2. Un respaldo de masas, en que se deben tener en cuenta los millones de ciudadanos y ciudadanas que hoy votan considerando que su voto es de izquierdas y de transformación social
  3. Una participación amplia de fuerzas políticas. Condición para su carácter político.
  4. Un reconocimiento de sectores sociales populares, de los sindicatos y de otras fuerzas sociales y profesionales. Condición para su carácter social.

Y para ello es necesario un proceso de amplia movilización y recuperación de la organización social, sin las que no pueden consolidarse iniciativas políticas, y un papel hegemónico (mediante la práctica política y la lucha democrática de ideas) de nuestro proyecto político. ¿O alguien cree que la Unidad Popular, expresión del Bloque Político y Social, podrá construirse bajo el impulso hegemónico de quienes no tienen ese objetivo ni valoran ese instrumento?

Es por ello que debemos ser profundamente autocríticos con las formas que han ido adoptando las diversas experiencias que han recibido el nombre de Unidad Popular, que no pueden ser consideradas sino como parciales y meramente electorales. Nos reclamamos de un proyecto estratégico de Unidad Popular.

Finalmente, como veremos a continuación, para lograr con éxito la confluencia tenemos que empezar por conseguir que IU sea un proyecto político impregnado hasta el tuétano de libertad, igualdad y participación. Que acoja a la gente y donde la gente que se vaya incorporando se sienta protagonista, no sólo para debatir sino, también, para participar en las decisiones y para actuar. Esa es la democracia profunda que defendemos. Si, sobre la base de lo mucho válido de la IU actual, sin pasos atrás a tiempos anteriores, logramos presentar este proyecto a la sociedad generando ilusión dentro y fuera, lograremos la indispensable confluencia.

En ese ambicioso objetivo, comenzar la confluencia con la izquierda real dispersa es imprescindible para avanzar en el cambio social. El mapa político actual no está cerrado y evolucionará sobre la base de prácticas coherentes de confluencia.

IU, de una u otra forma, lleva mucho tiempo planteándose la confluencia. Pero, hasta ahora, lo ha hecho con escaso éxito, salvo quizás en los pocos sitios en que se gobierna en el ámbito municipal.

Es evidente que la confluencia no se hace sólo con decirlo o con desearlo fervientemente. Hay que revisar la praxis que nos ha llevado al fracaso de nuestros intentos de convergencia.

En no pocas ocasiones se ha dado un acelerón a la confluencia sólo en períodos electorales, cuando no para ganar en las querellas internas. Muchas personas han encontrado una escasa satisfacción en el trabajo orgánico –nuestras reuniones regulares han sido predominantemente malas y sus asistentes han salido poco enriquecidos por la información, el debate y las actividades propuestas-.A eso añadimos una extraordinaria dificultad para que las ideas pasen, a no ser que estén “ayudadas” por familias o sensibilidades. Es imprescindible un giro total en nuestro trabajo de reuniones para formalizar las decisiones. Las decisiones se han construido y conformado en instancias internas de participación reducida, como son los órganos de dirección de los partidos que constituyen IU. Y esto no es atractivo. Además, en estos tiempos de escasa cultura militante, para los que pudieran confluir con nosotros y participar activamente en todas las decisiones – tanto políticas como organizativas – puede resultar demasiado pesada esa especie de segunda opinión y reunión.