PUNTO I

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1.- ¿Qué estrategia y discurso tiene que conformarse para avanzar hacia una salida social, anticapitalista, antimperialista justa y democrática de la crisis en clave de ruptura?

 

La causa de la desigualdad es la explotación

La crisis sistémica del capitalismo (Izquierda Unida fue la única fuerza que así la valoró) avanza hacia una segunda fase. En nuestro país se intenta consolidar la salida neoliberal de la misma y la UE amenaza con una nueva tanda de recortes por importe de 20.000 millones de euros.

Esta crisis es, sobre todo, una crisis que redujo la tasa de ganancia del capital (fenómeno que ya se inició antes del 2008), y así, todas las medidas de austeridad y recortes, junto a los retrocesos en las relaciones laborales y los derechos de los trabajadores, tienen por objetivo la recuperación de la tasa de ganancia.

Por ello, todas las medidas del gran capital se concentran en el aumento de la plusvalía en sus diversas manifestaciones, es decir se dan en el núcleo de la contradicción capital/trabajo: el precio de la fuerza de trabajo, o sea, el salario directo e indirecto (pensiones, servicios sociales, servicios públicos…), el desempleo y la desregulación de las relaciones laborales.

Esta cuestión es esencial para una estrategia alternativa. A diferencia de las posiciones socialdemócratas, hay que situar el problema en su núcleo determinante: la explotación, y no en la mera distribución del excedente, cuyos efectos “injustos” se pueden “corregir” mediante una mera reforma fiscal.

Así mismo, ese análisis proporciona un contexto correcto a la lucha contra la desigualdad. Contra la desigualdad actúa también Cáritas u Oxfam. Cualquier otra fuerza política coincidirá en que hay que combatir la desigualdad, pero ninguna otra, salvo quien aporta una perspectiva de clase, plantea la lucha contra la causa de la desigualdad. Ese es nuestro proyecto político.

La igualdad representa, en primer lugar, acabar con la explotación, pero también significa feminismo, acceso a los recursos, defensa de los servicios públicos (garantizados por una gestión pública), banca pública para desarrollar proyectos no especulativos y una fiscalidad justa; banco de tierras y respaldo a lo colectivo frente al individualismo. Apoyo a la cultura, expresada en estos nuevos tiempos por diferentes identidades culturales relacionadas con valores de diversidad, pluralismo, tolerancia, critica y autocritica. También significa otro modelo de crecimiento, nuevos estilos de vida y modelos de desarrollo que hagan frente a la insostenibilidad de un sistema depredador de los recursos naturales, así como devolver al Estado sectores estratégicos como el eléctrico (aunque convivan con el sector privado). Porque seguimos creyendo en el papel que tiene que jugar el Estado frente a los mercados.

Lo dicho anteriormente, no quiere decir que no haya que trabajar por una reforma fiscal justa y progresiva o que no haya que introducir en nuestros programas y propuestas medidas efectivas contra la desigualdad en sus diferentes aspectos. Todo lo contrario.

Hoy es más necesario que nunca, si cabe, fortalecer los instrumentos de una izquierda alternativa, orientada a la superación del neoliberalismo y el capitalismo, es decir a crear las condiciones que hagan posible avanzar hacia el socialismo. Eso implica no utilizar las expresiones anticapitalista o antiimperialista como una mera formulación retórica, como una letanía vacía. Es precisamente esa fundamentación de la crisis como sistémica, y la correlativa propuesta de un programa concreto para una salida social, lo que debe dar a nuestra estrategia una formulación llena de contenido.

Porque el sistema capitalista ha demostrado (especialmente en este tiempo) ser intrínsecamente injusto y hasta criminal, el objetivo político de IU está plenamente vigente y es compartido por la mayor parte de las personas que militan en la organización. La pregunta que debemos responder con la reflexión colectiva es cómo avanzar, en lo concreto, en la construcción de una sociedad socialista en una España inmersa en una profunda crisis económica, social y política, inserta en una UE hegemonizada por las políticas neoliberales y en un contexto de un capitalismo financiero globalizado. El cambio en la correlación de fuerzas y las propuestas concretas para lograrlo diferencia la política del humo.

La terrible frase del multimillonario Warren Buffet: “Por supuesto que hay lucha de clases y los ricos la estamos ganando” es una trágica constatación y un reto para toda la izquierda, especialmente para la izquierda transformadora de tradición marxista.

Conocida es la crítica de Rosa Luxemburgo a Bernstein a propósito de la estrategia que según éste debería adoptar el Partido Socialdemócrata Alemán y que quedó reflejada en su obra de sugerente título: “¿Reforma o revolución?”. La misma autora niega la dicotomía en el prólogo de 1899 a su libro afirmando que “…, existe un vínculo indisoluble entre reforma y revolución: la lucha por las reformas sociales es el medio, mientras que la lucha por la revolución social es el fin”. Hoy, además, muchas reformas son inaceptables para os guardianes del capitalismo. Por ejemplo, la nacionalización de la Banca que De Gaulle hizo en Francia al terminar la II Guerra Mundial, reforma que racionalizó las necesidades financieras del capitalismo, sería hoy inasumible por el sistema. Aquí, basta recordar la impugnación ante el Tribunal Constitucional de la Ley sobre la función social de la vivienda impulsada por IU cuando participó en el Gobierno andaluz.

La reflexión es más oportuna hoy si cabe, cuando los escombros del Muro de Berlín cayeron sobre el conjunto de las fuerzas de izquierda, abriendo las puertas a la hegemonía de las fuerzas neoliberales.

La presunta dicotomía entre reforma y ruptura como estrategias antagónicas obvia las condiciones concretas de las correlaciones de fuerzas existentes y de la dimensión temporal los procesos sociales. Se han llenado nuestros documentos de apelaciones a los “espacios” post marxistas y se ha olvidado el tiempo, las condiciones objetivas y subjetivas y las tareas que eso impone de manera insoslayable.

La experiencia histórica demuestra que la afirmación de Luxemburgo de que “el socialismo no surge automáticamente y bajo cualquier circunstancia de la lucha cotidiana de la clase obrera, sino que sólo puede ser consecuencia de las cada vez más agudas contradicciones de la economía capitalista y del convencimiento, por parte de la clase obrera, de la necesidad de superar tales contradicciones a través de una revolución social”, mantiene aún toda su vigencia.

En efecto, la actual crisis de la economía capitalista no está siendo condición suficiente para el avance al socialismo. Antes al contrario, los partidos políticos de extrema derecha avanzan en la Europa de la UE. Es necesaria la segunda condición planteada por Luxemburgo: la concienciación de los trabajadores y de las trabajadoras de que la crisis sólo podrá ser superada con la toma del poder político por parte de la mayoría social.

Por tanto, la hegemonía social y la lucha de ideas son fundamentales. Hemos abandonado la información y la formación y ese es uno de nuestros mayores errores.

En este contexto, la fragmentación y la debilidad de la izquierda en el conjunto del ámbito europeo imponen una estrategia estatal y supranacional de confluencia y de avance real en la unidad popular que impulse las reformas y las transformaciones sociales necesarias como medios para alcanzar el fin último: la ruptura con el capitalismo y la construcción de una sociedad socialista.

Los resultados de las elecciones generales han sido malos para IU. Eso no nos fortalece, precisamente, y la falta de grupo parlamentario agrava considerablemente la situación. La nueva dirección deberá sacar conclusiones concretas que impidan la repetición de una situación equivalente. Estuvimos esperando que se produjera una confluencia con Podemos, con una total ausencia de “plan B”, en caso de producirse, como así fue, un portazo por su parte a nuestras múltiples llamadas.

A pesar de esto la campaña realizada ha sido extraordinaria gracias a la militancia, porque en la última recta de la misma hemos puesto en valor nuestra identidad, tanto la de IU como también la de la izquierda.

Es preciso hacer también una referencia a las elecciones municipales y autonómicas, y reconocer que si bien el resultado en las autonómicas fue malo, sin embargo nuestra presencia en los municipios y diputaciones ha mejorado considerablemente. Pero este aspecto ha sido obviado del discurso predominante en ciertos sectores de la organización. Hoy el apoyo a todos los cargos públicos de IU, elegidos en diferentes candidaturas, es una tarea esencial.

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